El daño neurológico que puede causar su compuesto más adictivo, el THC, es particularmente grave en adolescentes, porque el cerebro está en formación, y durante el embarazo, por la afectación al feto.
“El porro conseguilo de fuentes confiables”; “Aprendé más sobre los consumos”; “Anticipate para disfrutar como te gusta”; “Elegí un consumo cuidado”; “Analizá cuál va a ser tu límite”, etc. etc
Esos eran mensajes transmitidos por algunos municipios y, más grave aun, por la Secretaría de Salud Mental de la provincia de Buenos Aires en el año 202w, en el marco de una campaña que no sólo no instaba a no drogarse sino que transmitía la idea de que existe una forma “saludable” de hacerlo.
Todas las consignas apuntan a una banalización del consumo. Una asociación de las drogas con el disfrute. Un divertimento inocente si se lo hace con “cuidado”.
Esto vale particularmente para el cannabis respecto del cual el mensaje que se transmite, explícita o implícitamente, es que es inocuo e incluso que no es adictivo.
Es llamativa, por no decir escandalosa, esta actitud de las autoridades que son clandestinas en materia de prevención de adicciones -en todos los niveles de la administración pública y en gestiones presentes y pasadas-, cuando la ciencia ya ha confirmado el vínculo que existe entre consumo de cannabis y ciertos trastornos mentales.
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