En México, hablar de cannabis sigue generando opiniones encontradas. Entre quienes lo satanizan como la puerta de entrada a otros consumos y quienes lo idealizan como la panacea medicinal y económica, queda un espacio esencial: el de la ciencia.
En ese terreno, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y otras universidades han comenzado a ocupar un papel determinante, aportando investigación seria que ilumina un debate que durante décadas estuvo atrapado entre prejuicios morales y cálculos políticos.
Beneficios médicos
Las publicaciones más recientes de la UNAM muestran una postura compleja, crítica y, sobre todo, informada. No es una visión reduccionista ni complaciente: reconoce los beneficios médicos, identifica riesgos reales, cuestiona la política prohibicionista y explora las dimensiones culturales y sociales del consumo.
En paralelo, observa el contraste internacional, particularmente con países como Canadá, que han transitado hacia modelos de regulación integral. El mensaje de la universidad más importante del país es contundente: México debe replantear su política de drogas desde un enfoque de derechos, salud pública y evidencia científica.
Uno de los campos donde la universidad más ha contribuido es el de los usos médicos del cannabis. Investigaciones recientes documentan su papel en cuidados paliativos en Guadalajara, donde pacientes con enfermedades crónicas o terminales encuentran alivio en los derivados de la planta. Los hallazgos no se limitan a confirmar su utilidad; también advierten la necesidad de diseñar protocolos claros para evitar interacciones adversas con otros fármacos.