Cuando en la primavera boreal de 2022 las autoridades neoyorquinas le dieron luz verde para cultivar legalmente cannabis, Marcos Ribeiro pensaba que «había ganado el premio gordo» de la lotería, pero ahora que sus plantas florecieron, al igual que muchos otros productores, no sabe qué hacer con la cosecha.
En un invernadero de la isla Long Island, a dos horas en automóvil de la megalópolis plagada de rascacielos, el agricultor trabaja en la fase final de su cosecha de «Blue Dream» en medio de cientos de plantas frondosas y fragantes que pueden producir un kilo de flores de cannabis cada una.
«Es una variedad muy popular de la costa oeste (estadounidense), que se fuma durante el día. Mucha gente la prefiere porque no quiere quedarse adormilada», explica sonriente, en medio del exuberante entorno.
Pero, de momento, el negocio no va como esperaba este hijo de inmigrantes portugueses. Crecido en Long Island, Ribeiro estudió arquitectura, luego montó una empresa de albañilería antes de pasarse al negocio del cáñamo y después al del cannabis.
– Mucho productor y pocos comercios –
Más de dos años después de la legalización del consumo de cannabis en el estado de Nueva York, Marcos Ribeiro, de 40 años, ha invertido «cientos de miles de dólares», pero el mercado oficial, que se calculaba iba a movilizar miles de millones de dólares, sufre importantes problemas.
«Todo este cannabis ha crecido y no hay tiendas donde venderlo. Es muy estresante», suspira Ribeiro.
Fuente: es-us.finanzas.yahoo.com