El olor tan característico aparece apenas se escalan los primeros peldaños de una de las salidas de la estación Hidalgo, del metro capitalino. A las afueras, la música y barullo asemejan un momento cualquiera de un festival de música, sin embargo, es sólo uno de los puntos de tolerancia en el centro de la Ciudad de México para consumir marihuana.
Personas jóvenes y también entradas en años ocupan jardineras, escalones o están de pie; todos inhalan y exhalan con un placer singular, el que obtienen del consumo lúdico del enervante.
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El olor tan característico aparece apenas se escalan los primeros peldaños de una de las salidas de la estación Hidalgo, del metro capitalino. A las afueras, la música y barullo asemejan un momento cualquiera de un festival de música, sin embargo, es sólo uno de los puntos de tolerancia en el centro de la Ciudad de México para consumir marihuana.
Personas jóvenes y también entradas en años ocupan jardineras, escalones o están de pie; todos inhalan y exhalan con un placer singular, el que obtienen del consumo lúdico del enervante.
Tres jóvenes que no sobrepasan los 30 años miran a sus costados, parecen buscar algo; ubican clientes. “Tres por 150”, lanza uno de ellos apenas se acercan personas. Muestra en su mano derecha tres cigarrillos espigados con marihuana: “sativa, índica o híbrida, lo que quieras”, asegura.
Otro de ellos saca de su bolsillo una pequeña bolsa con un cogollo pequeño de marihuana: “300 el gramo, es de invernadero”, justifica así el precio el hombre con pantalones azules y ojos enrojecidos, comunes alrededor.